Mi nombre
es Santiago Nascar y desde el más allá, he de presentarme.
Nací como
único hijo de un matrimonio arreglado y sin mayor relación amorosa. Mi padre, murió cuando yo tenía 21 años y
desde ahí que me dediqué a ser el hombre de la casa y dueño de la hacienda
familiar que prosperó durante años.
Tengo
cierta descendencia árabe y muchos me describen como un gran soñador. Soy un
tanto esbelto, pálido y con los ojos característicos de cualquier árabe. De mi
padre también saqué el amor a los caballos, al trabajo y a las armas de fuego.
De hecho, siempre tenía cerca un revolver en caso de emergencias, pero siempre
descargado y con las balas separadas de compartimientos para evitar cualquier
accidente.
Todos me
conocían en el pueblo y creo que era bastante querido entre los
alrededores. Se me daba que siempre que
salía a las calles, saludaba a todo aquel que viera para desearle un buen día.
La noche de
mi muerte, se celebraba la boda de Ángela Vicario, la boba prima de García Márquez,
un hombre del pueblo. Esa noche me emborraché con mis amigos y conversamos de
todo tipo de temas, incluso calculamos hasta el último centavo de lo que había
costado una fiesta de tal magnitud.
Santiago Nascar, en su propia casa. |
Pasada las
tres de la mañana resolví con retirarme a la casa de mi pareja, Flora Miguel,
que vivía con sus padres. Y allí por primera vez fui anunciado de que sería
asesinado. Se cuenta del pánico que se me vino en el momento y el shock de no
saber qué hacer. Creo que fui el último en ser notificado porque a nadie más en
ese preciso momento le sorprendió. Quien me dijo fue el padre de Flora, Nahir
Miguel, me ofreció su escopeta cargada, pero entre confusión y lamento salí.
Salí de su
casa y a eso de las 5 de la mañana me encontré en la entrada de la misma con
los hermanos Vicario dispuestos a matarme. Aunque todos me gritaban que
corriera y me escondiera, por más que los esquivé y corrí a la puerta de mi
casa no fue suficiente. Segundos antes de poder entrar a mi casa, mi madre,
pensando que ya había entrado me cerró la puerta en la cara y con golpes de
desesperación, caí en la puerta.
Pedro Vicario y Pablo Vicario me acuchillaron
contra la puerta y una vez ya estaban cansados fueron expulsados por Nahir
quién escopeta en mano los amenizaba.
No sé de
dónde saqué fuerzas para caminar por la casa contigua y entrar a la mía, pero
una vez allí caí de bruces contra el piso con mis propias tripas entre mis
manos, anunciando mi muerte.